El análisis de la relación entre Mussolini, Stalin, Hitler y Mao Zedong y el arte es muy útil no sólo para comprender su psicología de forma más profunda y exhaustiva, sino también para encontrar nuevas formas de interpretar algunas de sus posiciones ideológicas y reformas políticas.
Esta es una de las conclusiones de la tesis doctoral ‘Arte e Sangue: analisi e approfondimento delle passioni artistiche che Mussolini, Stalin, Hitler e Mao’ de Francesco Bennardo que, desarrollada en el Departamento de Ciencias Humanas –en el marco del programa de Doctorado 681D en Humanidades (Real Decreto 99/2011)- ha sido dirigida por Gonzalo Capellán de Miguel y Luis Fernández Torres, y ha logrado la calificación de sobresaliente.
Benito Mussolini, Adolf Hitler, Josif Stalin y Mao Zedong son cuatro figuras históricas que, sin duda, marcaron la historia del siglo XX. Sus biografías tienen algo en común: todos mostraron, aunque en distintas etapas de su vida, una inclinación por el arte o la literatura. Mussolini era novelista y ensayista anticlerical, Hitler pintor y arquitecto, Stalin y Mao escribían poesía.
Este es el punto de partida de la investigación doctoral de Francesco Bennardo (Agrigento –Sicilia–, Italia; 1987), cuyo fin es demostrar la relación de estos cuatro personajes históricos con el arte y su acción ideológica y política, después de que la historiografía haya ignorado o trivializado sus pasiones artísticas juveniles y sus políticas culturales toda vez que ocuparon el poder, quizá para no ennoblecerlos.
Mussolini, Hiter, Stalin y Mao marcaron la historia del siglo XX y los cuatro mostraron en diferentes etapas de su vida inclinaciones artísticas hacia la escritura, la pintura y la arquitectura
La megalomanía arquitectónica de Hitler es una clave importante para entender su política expansionista y belicista, ya que sus gigantescos proyectos artísticos necesitaban dinero, materiales y hombres que Alemania no poseía a mediados de los años treinta y que solo a través de una política de robo hacia las naciones vecinas podría haber obtenido.
De joven, Mussolini era socialista y anticlerical, pero la forma en que expresaba estas dos ideologías en sus artículos, novelas y panfletos no contenía elementos marxistas o democráticos porque «él, lector curioso aunque desordenado –explica el doctor Bennardo–, estaba influido sobre todo por las ideas de Le Bon, Nietzsche y Sorel, a los que incorporó, a menudo desvirtuando los conceptos principales, a una ideología personal».
Es decir, desconfiando de la multitud desde el principio, como «masa informe de personas incapaces de organizarse independientemente y siempre dispuestas a halagar al hombre fuerte capaz de domesticarlas con su carisma», concepto que liga con el Superhombre de Nietzsche Nietzsche como «guía político (Duce)» que lo conduce a la verdad y la gloria. De Sorel toma la justificación filosófica de la violencia revolucionaria.
El joven Mussolini interpretaba la Historia de la relación entre el ser humano y la espiritualidad en clave positivista y creía que la evolución de la Ciencia tendría dos consecuencias fundamentales para la humanidad, explica Francesco Bennardo: «la afirmación del socialismo y la desaparición de la religión», como consecuencia del progreso técnico y cultural.
En el ateísmo y el anticlericalismo visceral que manifestó en sus primeras obras predominen elementos que tenían muy poco en común con los principales autores socialistas y ateos de su tiempo y de su posteridad pero que, en cambio, «parecen contener tres bases teóricas del fascismo: el rechazo a toda forma de humanismo, la exaltación de la violencia y la personalidad del líder, y el colonialismo», concluye el doctor Bennardo sobre Mussolini.
STALIN, POETA ADOLESCENTE
Stalin escribió un puñado de poemas cuando aún era un adolescente. Los versos clásicos de Stalin (y, por lo tanto, estilísticamente conservadores), los paisajes, las atmósferas y los (pocos) personajes son íntimamente georgianos, del mismo modo que el georgiano es la lengua que eligió en detrimento del ruso, lengua oficial del Imperio zarista.
«De estos textos no emerge la personalidad de un rebelde marxista, sino la de un patriota que quería acreditarse con la intelectualidad local», afirma Bennardo, lo que le lleva, una vez que se convirtió en líder supremo del Partido Comunista Soviético, a rechazar «rotundamente tanto las teorías de aquellos que querían suprimir todo el arte y la cultura previos a la Revolución de Octubre por “burguesas” como las representaciones audaces de la vanguardia, incluidas las favorables al marxismo».
A partir de 1932, los escritores y artistas fueron regimentados en un único gran sindicato estrictamente controlado por el gobierno, la Unión de Escritores Soviéticos, y a partir de 1934 se prohibió cualquier estilo que no se ajustara al “realismo socialista”.
UN «ENFOQUE DIFERENTE» PARA MAO ZEDONG
Por último, para el caso de Mao Zedong «es necesario un enfoque diferente», explica Bennardo. El dictador chino comenzó a escribir de adulto y continuó hasta la época de la Gran Revolución Cultural, período en el que tenía más de 70 años, «siendo considerado por muchos historiadores y biógrafos no como un político apasionado por la poesía, sino un verdadero poeta, con un estilo y un lenguaje reconocibles y bien estructurados».
En los 68 poemas publicados de Mao y escritos durante el período de 1925 a 1965 –detalla Francesco Bennardo– hay algunas características comunes: el uso de estilos tradicionales ci o lushi (mucho más raras son las cuartetas), las frecuentes referencias a los pilares históricos y literarios de China, la abundancia de metáforas y elementos paisajísticos, el uso caligráfico de los caracteres tradicionales chinos (incluso después de la implementación de la reforma de simplificación del idioma, que él deseaba firmemente) y el rigor formal de los versos.
Mao no pensó en absoluto en recopilar y catalogar sus composiciones de manera ordenada con vistas a futuras publicaciones hasta 1957, pero «a partir de ese año intuyó que la difusión de sus poemas podía serle útil».
Por un lado, era una buena manera de acreditarse a los ojos del pueblo y de la intelectualidad como un gobernante culto y fiable «algo que necesitaba sobre todo tras el fracaso sustancial de la Campaña de las Cien Flores, destinada a liberalizar la vida social y cultural», así como el legítimo heredero de aquellos estadistas-intelectuales que a menudo aparecían en la historia china.
Por otro lado, le dio la oportunidad de propagar sus puntos de vista a través de un canal más “refinado” y menos burocrático que los decretos y las leyes. La poesía, por lo tanto, también estuvo involucrada en ese proceso de “sinización del marxismo” (o adaptación de este al modelo chino) con el que estuvo comprometido, «especialmente después de la muerte de Stalin y del aumento de los contrastes ideológicos con el antiguo aliado soviético».
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