Todos los años, España pierde el 10% del volumen total de agua embalsada en sus infraestructuras hídricas. Ese porcentaje representa, aproximadamente, unos 2.000 hectómetros cúbicos, un volumen que permitiría satisfacer prácticamente la mitad (el 46 %) del consumo del consumo urbano español, lo que supone una pérdida estimada de 800 millones de euros al año.
Esa es una de las conclusiones del artículo publicado por Jorge Lorenzo Lacruz, investigador de la Universidad de La Rioja, en la revista Earth’s Future en el que incide en la necesidad de integrar el impacto de la evaporación en la planificación hidrológica y los marcos de gestión del agua para tener en cuenta las pérdidas de agua ocultas de los embalses, especialmente en un contexto climático de calentamiento acelerad0 como el actual.
La investigación, en la que también han participado Enrique Morán Tejeda y Celso García de la Universidad de las Islas Baleares, y Sergio M. Vicente Serrano, del Instituto Pirenaico de Ecología (CSIC), analiza las tendencias históricas, la atribución causal y las proyecciones futuras de las pérdidas asociadas a la evaporación en 362 embalses de España –uno de los países con mayor represamiento del mundo– que representan el 94% de la capacidad de almacenamiento del país.
Por cuencas, las del Guadiana, Tajo, Ebro y Duero se perfilan como las más vulnerables tanto por su gran capacidad de retención como por el incremento de las temperaturas
El artículo apunta que entre 1961 y 2018 la evaporación de los embalses en España ha crecido a un ritmo de 27,7 hectómetros cúbicos por año, lo que supone una pérdida total aproximada en dicho periodo de 114.000 hectómetros cúbicos, un volumen equivalente al que generan todos los ríos de la cuenca del Ebro en una década.
De igual manera, el trabajo proyecta que hasta el año 2100 esa evaporación crecerá un 35% impulsada por el calentamiento global. Así, las pérdidas evaporativas a finales de siglo se acercarán a los 3.000 hm³ anuales, lo que supondría perder hasta 2 de cada 10 litros almacenados (actualmente se pierden 1 de cada 10 litros).
Por cuencas, las del Guadiana, Tajo, Ebro y Duero se perfilan como las más vulnerables tanto por su gran capacidad de retención como por el incremento de las temperaturas. Las pérdidas por año proyectadas oscilan entre los 600 y los 700 hm³.
LA PARADOJA HIDRÁULICA
Los embalses, han sido una infraestructura fundamental para el desarrollo agrícola, energético e industrial. Así, en seis décadas, la superficie irrigada se ha duplicado desde 1,8 millones de hectáreas en 1960 a 3,7 millones en 2018.
El abastecimiento del regadío consume en la actualidad cerca del 80 % del agua disponible embalsada. En todo caso, la construcción de embalses, es el principal factor del incremento de la evaporación: según el artículo ha tenido un efecto 22 veces mayor que los cambios del clima.
Así, los investigadores revelan en su artículo lo que denominan ‘paradoja hidrológica’: almacenar agua implica su pérdida.
Tanto que en los últimos 20 años las pérdidas por evaporación superaron los 2.600 hm³ anuales, convirtiendo la evaporación en un componente estructural del balance hídrico nacional que ha sido ignorado en la planificación hidrológica.
Esa paradoja implica que, dada la topografía de los embalses, cuanto más se llenan, mayor es la superficie de la lámina de agua que queda expuesta, actuando como un intercambiador directo con la atmósfera.
A ello se suma la mayor capacidad de retención de vapor de agua de la atmósfera a medida que ésta se calienta, lo cual incrementa las tasas de evaporación.
UN MODELO TRADICIONAL INEFICIENTE
La investigación apunta que el modelo tradicional, basado en aumentar la capacidad de almacenamiento para hacer frente a las sequías, se revela ineficiente en un clima más cálido y seco, donde la demanda evaporativa de la atmósfera crece sin cesar.
Por eso inciden en la importancia de integrar los impactos de la evaporación en la planificación hidrológica y los marcos de gestión del agua para tener en cuenta las pérdidas de agua ocultas de los embalses.
«A medida que las tasas de evaporación aumentan bajo los escenarios climáticos anticipados, se espera que las regiones ya vulnerables a la escasez de agua enfrenten desafíos amplificados», apunta en sus conclusiones la investigación.
Así, concluyen que «las estrategias de mitigación son críticas y deben centrarse en optimizar las operaciones de los embalses, adoptar tecnologías innovadoras de reducción de la evaporación y promover prácticas eficientes en el uso del agua».
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