En algún momento, quizá hace 20 años, explica Silvia Barrera Ibáñez, jefa de Delitos Tecnológicos de la Brigada Provincial de Policía Judicial de la Jefatura Superior de Policía de La Rioja, quizá los menores podían alegar el desconocimiento de la norma para intentar eludir su responsabilidad civil, penal o administrativa. Ahora todo ha cambiado. No solo cuando interactúan en la vida real, también cuando lo hacen a través de las nuevas tecnologías. “Son conscientes de que están sobrepasando líneas que no se deben pasar. Todos sabemos que acosar, controlar, humillar a una persona, en el mundo físico o analógico, es un delito, que hace sentir mal, que vulnera su intimidad... De hecho, utilizan estas herramientas precisamente para hacer más daño a sus víctimas”.
Barrera, que ha impartido esta semana la conferencia ‘Impacto del acoso digital en la salud mental de los jóvenes’ en el Edificio de Ciencias de la Salud de la Universidad de La Rioja, recordó que ese acoso “no solo tiene un impacto en jóvenes que se convierten en autores de delitos cometidos a través de internet, sino en las víctimas de ese acoso, de esos delitos digitales que sufren un patrón de comportamiento típicos de adultos, como el control de las redes, el control de mensajería instantánea. Al final su sufrimiento es mayor al ser menores”.
Pero más allá de su edad, Barrera ha hecho hincapié en que “ni las familias ni los jóvenes tienen técnicas para afrontar estas situaciones ni herramientas para decidir que tienen que hacer. ¿Tengo que ir a la policía? ¿Lo puedo solucionar en el ámbito personal, familiar o escolar? ¿Tengo que guardar evidencias?”
"Es necesario tratar a la víctima porque se culpabiliza por unos hechos de los que no tiene ninguna culpa"
El primero de los consejos, destacó la investigadora, es el de “no convertir en un problema policial una situación que no es un delito como comportamientos nocivos como adicciones o el consumo de pornografía, por ejemplo. Es algo que genera un impacto en los jóvenes, aunque no es un delito. Intentamos, en la medida de lo posible, no cruzar la línea de lo policial a lo judicial y que tanto los padres como los responsables de esos jóvenes intenten solucionar este problema sea en el ámbito escolar, educativo o del propio entorno de los amigos. Eso lo primero”.
Pero, en no pocas ocasiones, ese germen acaba por superar los límites que marca la ley y se convierte en un delito. “Una vez que ha llegado a comisaría, le orientamos para que no borren las evidencias en el caso de que se haya producido el delito por internet; cómo las tienen que guardar, cómo se tienen que comportar con los posibles autores, si es que los conocen… También es necesario tratar a la víctima, porque se culpabiliza por unos hechos de los que no tiene ninguna culpa”, ha explicado la agente policial.
Desde la perspectiva de los responsables de ese acoso, Barrera recordó que están cometiendo un delito y a quien, de ser menor, se le exigirá la responsabilidad correspondiente. “Las medidas de protección y de reforma que se aplican a los menores no son iguales que las de un adulto, pero el tendrá que pasar por una investigación, por una declaración policial, declarará ante el fiscal y se enfrentará a un proceso policial y judicial al igual que un adulto. Lo harán acompañados, seguramente, de sus padres que en ocasiones ayudan y otras no tanto”, ha completado la jefa de Delitos Tecnológicos de la Brigada Provincial de Policía Judicial de la Jefatura Superior de Policía de La Rioja.
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