Las cuencas de seis ríos de La Rioja han experimentado un descenso promedio de un 30 % de su caudal en los últimos 50 años, según un estudio publicado en Hydrological Processes por investigadores del Grupo Erosión, Usos del Suelo y Ordenación del Territorio (EUSOT) de la Universidad de La Rioja.
Este estudio está firmado por Jorge Lorenzo-Lacruz, Noemí Lana-Renault, José Arnáez, Purificación Ruiz-Flaño y Natalia Martín-Hernández.
Los autores han combinado el análisis de tendencias hidroclimáticas (1965–2015), incluyendo índices estandarizados de precipitación y caudal (SPI/SSI), y datos satelitales de vegetación (NDVI). En él analizan los efectos de la expansión hacia el oeste del clima mediterráneo y la revegetación en seis cuencas hidrográficas de montaña en la Cordillera Ibérica Occidental (La Rioja, España).
Ubicadas en una zona de transición atlántico-mediterránea, estas cuencas muestran alteraciones significativas en sus regímenes hidrológicos entre 1965 y 2015, vinculadas a cambios climáticos y de uso del suelo.
De esta manera, han detectado un descenso generalizado en los caudales anuales de los ríos, y especialmente, en primavera y verano.
Las cuencas atlánticas (Oja, Najerilla, Albercos) perdieron en promedio un 29.6% de su caudal, mientras que las mediterráneas (Cidacos, Linares, Añamaza) registraron un 35% de reducción.
El río Cidacos (mediterráneo) presentó la mayor disminución (45%), con caídas críticas en primavera de hasta un 62%.
El río Cidacos (mediterráneo) presentó la mayor disminución (45%), con caídas críticas en primavera de hasta un 62%
Esto es producto de cambios climáticos como la disminución anual, especialmente en primavera y verano, de las precipitaciones; afectando en mayor medida a las cuencas atlánticas y llegando hasta 123 litros por metro cuadrado al año en el río Albercos. O el aumento de entre 1,5º y 2º la temperatura en verano en las cuencas estudiadas.
Los investigadores también han observado que las cuencas atlánticas responden rápidamente a la precipitación, con una correlación máxima a 2–3 meses entre el índice de precipitación y su reflejo en el caudal; mientras que las mediterráneas tienen una respuesta más lenta y prolongada (hasta 6–24 meses), dado que los suelos son más secos y con pendientes suaves.
En definitiva, la expansión del clima mediterráneo hacia el oeste se manifiesta en menores lluvias primaverales y mayores temperaturas estivales, reduciendo la disponibilidad de agua.
Por otro lado, la revegetación, aunque mitigó la erosión, podría intensificar la escasez hídrica, al aumentar el consumo de agua de la que se nutre la flora, y la evapotranspiración, especialmente durante el verano.
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