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Contrato OTRI dirigido por José Luis Gómez Urdáñez

Un libro repasa la historia de Bodegas Franco Españolas

Bodegas Franco-Españolas conmemora en 2015 el 125º aniversario de su fundación y el libro es fruto del contrato OTRI firmado en 2014, dirigido por el catedrático José Luis Gómez Urdáñez y en el que han participado Sara Bustos, Emma Juaneda y César Luena.

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La obra no solo recoge la historia de la bodega sino los hitos más importantes de la transformación industrial de Logroño y de la historia del vino. Hace 125 años -cuando Fréderic Anglade y Alejo Lépine decidieron construir una bodega moderna en Logroño- la ciudad vivía una de las épocas más prósperas de su historia: la bodega se sumaba a logros modernizadores como el puente de hierro -que se acababa de inaugurar-, la Tabacalera, la fábrica Trevijano (la mayor de España), el instituto de Enseñanza Media o la Beneficencia.

El ferrocarril y el fruto de los viñedos daban a Logroño la oportunidad de aprovechar la demanda de vinos que desde Burdeos llegaba hacía más de veinte años.

La construcción del edificio central y las dos primeras naves a sus costados duró menos de un año. Las cubas recibieron las primeras uvas en 1891. El Diario La Rioja recogió la noticia y dio cuenta de que la vinificación ya no se hacía por maceración carbónica («como en tiempos de Noe»), sino por los «modernos métodos» bordeleses.

Diez años después, Anglade decidió asociarse con capitalistas bilbaínos y crear una sociedad anónima en la que aparecena accionistas logroñeses como Pedro de la Riva, Perfecto García Jalón, Salvador Aragón, etc. La filoxera ya estaba en Haro y de las dos naves previstas una se construyó en 1902 y la otra, en 1921. Franco Españolas fue la bodega primera en suministrar a sus proveedores de uva la planta injertada sobre patrones americanos.

Tras la muerte de Anglade en 1906, le suceden el conde de Venancourt y A. Duyperon, pero entre los logroñeses están Vicente Rodríguez Paterna o Enrique Herreros de Tejada. Al cumplirse los 20 años previstos para renovar la sociedad, todos los miembros del consejo de administración eran españoles, entre ellos el conde de Romanones.

Los años veinte fueron realmente felices: pasada la filoxera, aumentaban las exportaciones, Alfonso XIII visitó las bodegas en 1925 y Primo de Rivera concedió a Rioja el primer Consejo Regulador de España.

Los graves problemas económicos que atravesó la II República repercutieron en el vino y la Guerra Civil lo arruinó todo. En EE UU la Ley Seca fue derogada en 1933 y los vinos de Franco-Españolas fueron los primeros en exportarse, pero la Guerra lo interrumpió. El resurgir no llegó hasta la década de los 50 y el mercado norteamericano no volvería a ser un objetivo hasta mediados de los 60.

La dura postguerra es de decadencia en la bodega. Hilario de la Mata y Sáenz de Calahorra se hace con el mando, cuyas ampliaciones de capital provocaron la entrada de pequeños accionistas.

Antonio Larrea impuso su modelo desde el Consejo Regulador. Había que exportar. El Rioja se hizo presente en todo el mundo. Franco-Españolas logró los mejores resultados de su historia con Rolf Hieronimi y Josette Cordier y la mítica cosecha de 1964 o la Ley del Vino de 1970 marcan un hito en la historia de los vinos españoles.

Tras las pésimas cosechas de 1971 y 1972, Franco-Españolas se puso a la venta. En manos de Ruiz Mateos la bodega era una empresa más en el entramado del holding. El final de Rumasa al supone la llegada a las bodegas de la familia Eguizábal, actualmente propietaria.

El padre de Marcos Eguizábal vendía vino antes de la guerra y él había comprado una bodega en Tudelilla, que elaboraba unos cuatro millones de kilos de uva. Su fortuna provenía de la construcción y de los cultivos bajo plástico en Almería, pero cedió a la tentación de volver a La Rioja como un gran bodeguero en años buenos para el sector. Rioja logró en 1991 la Denominación de Origen Calificada.

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