José Luis Gómez Urdáñez, catedrático de Historia Moderna de la Universidad de La Rioja (UR), recibe mañana, viernes 18 de marzo, el Premio Monografías de la Sociedad Española de Estudios del siglo XVIII (SEESXVIII) por su libro ‘Víctimas del absolutismo. Paradojas del poder en la España del siglo XVIII’.
La entrega del galardón tiene lugar en la Facultad de Filología de la Universidad de Salamanca en la clausura en la clausura del II Congreso Internacional de las Sociedades Española e Italiana de Estudios del Siglo XVIII.
Publicado por Punto de Vista Editores, el libro ‘Víctimas del absolutismo. Paradojas del poder en la España del siglo XVIII’ es obra de José Luis Gómez Urdáñez, catedrático de Historia Moderna de la Universidad de La Rioja (UR) y académico correspondiente de la Real Academia de Historia (RAH).
Esta obra, de 385 páginas, es la primera entrega de la historia política de la España del XVIII y fruto de veinte años de trabajo del autor sobre la naturaleza del poder. El libro es una historia política a partir de un mosaico de personajes que representan todos los papeles posibles en las tramas políticas del llamado Despotismo Ilustrado.
El autor afirma que este régimen «tuvo más de despotismo que de Ilustración. No quiere decir esto que no hubiera Ilustración en España. Al contrario, lo que ocurre es que los proyectos políticos ilustrados, los discursos filantrópicos, coexistieron con altas dosis de crueldad en tiempos en que ni los más avanzados habían intuido los derechos humanos».
El libro comienza convirtiendo a Benito Jerónimo Feijoo en el guía de la política ilustrada, puesto que siempre se ha elogiado su erudición olvidando que fue hombre todo político, siempre del lado de las reformas y del ‘partido’ que permitió gobernar a los ministros de la meritocracia borbónica, como el marqués de la Ensenada, o Campomanes, contra los grandes de España, el duque de Alba, o el conde de Aranda.
Desfilan luego las víctimas, a veces también verdugos, como Melchor de Macanaz, el conde de Superunda, el abate Gándara, el marqués de Valdeflores, Pablo de Olavide, el operista Niccolo Setaro, el profesor Ramón Salas; incluso un infante real, don Luis, el hermano de Carlos III, que pone al descubierto la crueldad del rey.
Al final de siglo, las víctimas se agolpan como Floridablanca preso en la cárcel de Pamplona; Aranda desterrado en La Alhambra; Jovellanos encarcelado en Mallorca; Urquijo, Cabarrús, Saavedra¿ Una larga lista que se cierra con los propios reyes, Carlos IV y María Luisa, obligados a un doloroso exilio que su hijo Fernando VII no quiso evitarles, permitiendo que su madre muriera en Roma y su padre en Nápoles.
«Los grandes personajes incensados como el propio rey Carlos III -señala José Luis Gómez Urdáñez- convivieron con miles de esclavos, condenados a galeras, presos sin motivo, vagos, gitanos, mujeres presas. No movieron dedo para evitarles sufrimientos, pero eran capaces de emocionarse hasta las lágrimas ante un poema y también de pensar soluciones contra la pobreza, o proyectos para la mejora de la agricultura y la industria».