Andrés García de la Riva ha obtenido el grado de doctor por la Universidad de La Rioja tras la defensa de su tesis doctoral, que estudia el tratamiento del espacio en la filmografía del cineasta Basilio Martín Patino.
Desarrollada en el Departamento de Filologías Hispánica y Clásicas de la UR, la tesis doctoral Los espacios perdidos. Acercamiento a los espacios en la obra audiovisual de Basilio Martín Patino ha sido dirigida por Miguel Ángel Muro y Bernardo Sánchez, y logró la calificación de sobresaliente.
La principal conclusión de la tesis es que la obra de Basilio Martín Patino (Lumbrales-Salamanca, 1930) representa en sí misma un gran palimpsesto audiovisual. Este cineasta ha construido su cine sobre un texto audiovisual en el que ha ido impresionando nuevos textos, cuya piedra angular es el ejercicio de una mirada reflexiva y crítica sobre los espacios físicos (sobre todo, los espacios provincianos), en los que ha sabido ver los símbolos del tiempo detenido, de las ideas anquilosadas, de la desvitalización de la vida y, a la postre, constatar la atracción inevitable de estos espacios para unos personajes disidentes que acaban por claudicar ante ellos y lo que representan.
A través del estudio de toda la filmografía del cineasta salmantino -a excepción de algunas obras menores que no resultan relevantes para el estudio- la tesis analiza tres tipos de espacios fundamentales sobre los que se apuntala su obra: espacios físicos y geográficos; espacios mentales, ideológicos y poéticos; y espacios de representación audiovisual.
Los tres tipos de espacios se presentan interconectados para constituir un único espacio fílmico. El espacio físico, o exterior, se convierte en correlato del espacio mental, o interior, de los personajes; los sentimientos se vinculan al paisaje y ambos son afectados recíprocamente. En sus continuos desplazamientos entre espacios, los personajes realizan trayectos con un doble itinerario: físico y mental.
Salamanca y Madrid -seguidos a mucha distancia por Andalucía- son los dos espacios geográficos con mayor presencia en la obra de Martín Patino. El director se sirve de ambas ciudades para abordar el exilio como una cuestión mental y emocional antes que física, ya que los protagonistas de sus obras de ficción regresan físicamente a esos espacios donde se criaron para descubrir, con amarga ironía, que se han convertido en extraños, en extranjeros en su propia patria. Constatan así que esos paraísos añorados de la infancia -mentales, antes que físicos- son en realidad paraísos perdidos, son los espacios perdidos a los que alude el título de este trabajo.
El cineasta se vale del urbanismo de Salamanca y Madrid para filmar imágenes propias de postal turística de ambas ciudades, donde aparecen retratados los espacios más comunes de la iconografía popular, como la Plaza de Anaya o la Plaza Mayor de Salamanca, así como la Puerta del Sol o el Palacio Real de Madrid.
En realidad, esas imágenes idílicas y luminosas son solo un punto de partida para ir más allá e indagar en las sombras que se esconden tras esas fachadas lustrosas; en el caso de la capital charra, el cineasta pone de manifiesto el carácter rancio y elitista que envuelve instituciones como la Universidad y la Iglesia que siglos atrás convirtieron a Salamanca en una ciudad avanzada y referente del conocimiento y el progreso.
Además de los elementos arquitectónicos, los espacios fílmicos de Patino están plagados de otros muchos recursos simbólicos que indagan en las consecuencias del tiempo en los espacios, como los abundantes relojes, el tañido de las campanas, la presencia de referentes franquistas o el reflejo de la ciudad congelada sobre el río en movimiento. En el caso de sus filmes localizados en la ciudad de Madrid, además, Martín Patino se sirve de la arquitectura para reflexionar sobre la relación entre urbanismo y habitantes.