Encarnación Núñez Olivera y Javier Martínez Abaigar, del Grupo de Investigación ECOPHYS, participan en la XXXV Campaña Antártica Española, que se desarrolla hasta el 20 de marzo en la Base Juan Carlos I (Isla Livingston), donde estudiarán las estrategias de los musgos y otras plantas para adaptarse a las duras condiciones de la Antártida.
Esta investigación forma parte del proyecto nacional de I+D+i EREMITA (‘Raíces evolutivas de la tolerancia al estrés múltiple en plantas’), en el que participan también las Universidades de las Islas Baleares, el País Vasco y La Laguna. Su objetivo es estudiar cómo responden las plantas a factores ambientales extremos y descubrir cómo algunas logran, a pesar de las adversidades, desarrollar una alta tasa de fotosíntesis y de crecimiento.
Encarnación Núñez Olivera, catedrática de Fisiología Vegetal, y Javier Martínez Abaigar, catedrático de Botánica, son miembros del Grupo de Investigación ‘Ecofisiología Vegetal, Cambio Climático y Medioambiente-ECOPHYS’ de la Universidad de La Rioja.
Los dos centrarán su investigación en los musgos, que constituyen, junto a los líquenes, los principales productores primarios (organismos capaces de captar la energía y convertirla en alimento) en los ecosistemas de la Antártida.
«Queremos entender cómo se las arreglan las plantas antárticas para sobrevivir en un ambiente tan inhóspito, en particular por las bajas temperaturas, la escasa disponibilidad de agua líquida, y la radiación ultravioleta. No hay que olvidar que la Antártida sigue atravesando episodios estacionales de ¿agujero de ozono¿ en los que aumenta esta radiación», explica Núñez Olivera.
Frente a adversidades ambientales de este tipo, denominadas técnicamente ‘estreses’, las plantas han desarrollado estrategias de tolerancia para subsistir. Mecanismos que, por lo general, implican una disminución de los recursos destinados a otros procesos, como la fotosíntesis.
Sin embargo, algunas especies son capaces de combinar una elevada tolerancia al estrés con un alto nivel de fotosíntesis y, por lo tanto, de capacidad de crecimiento. Son las llamadas ‘superplantas’, localizadas en los lugares más hostiles del planeta, como desiertos, altas montañas y zonas polares.
«El caso de los musgos es especialmente interesante- señala Martínez Abaigar- ya que, como otros briofitos, poseen un mecanismo de adaptación casi único entre las plantas: pueden sobrevivir incluso años en estado deshidratado y, al volver a humedecerse, recuperan sus funciones vitales en tan solo unos minutos».
Conocer los mecanismos de adaptación de estas y otras ‘superplantas’ no solo ayudará a comprender el funcionamiento del ecosistema antártico en general, sino que además abre posibilidades a la generación de nuevas variedades de plantas cultivadas tolerantes a factores extremos que contribuyan a una agricultura más sostenible y productiva, según destacan los científicos.
La expedición en la que participan los biólogos de la UR realiza sus trabajos en el entorno de la Base Juan Carlos I, ubicada en la Isla Livingston (archipiélago de las Shetland del Sur), a 62º de latitud sur, en la denominada ¿Antártida marítima¿. Para acceder a este lugar han tenido que pasar varias PCR y cumplir cuarentena en Punta Arenas (Chile).
Desde allí se trasladaron en avión hasta la Isla Rey Jorge, donde el buque español de investigación oceanográfica Hespérides les recogió para llevarles a su destino.
En la Base Juan Carlos I, gestionada por el CSIC, conviven unas 50 personas: una treintena de científicos españoles -a los que se unen temporalmente algunos extranjeros- y el resto personal de mantenimiento y servicios.