Morder y desgarrar. Así devoraban los dinosaurios carnívoros a sus presas; pero no todos atacaban a las mismas: algunos se atrevían con las más grandes y luchadoras, mientras que otros se conformaban con las más pequeñas o blandas.
Así lo desvela un estudio sobre la forma y el desgaste de los dientes de dinosaurio, liderado por Angélica Torices, directora de la Cátedra Extraordinaria de Patrimonio Paleontológico de la Universidad de La Rioja.
Su trabajo se ha publicado en la prestigiosa revista científica Current Biology.
En el Cretácico Superior (hace entre 110,5 y 66 millones de años) los dinosaurios terópodos eran los mayores depredadores sobre la Tierra. Estos grandes carnívoros bípedos (entre ellos el famoso Tyrannosaurus rex), predecesores de las aves actuales, mataban y descuartizaban a sus presas hincándoles sus afilados dientes y tirando de ellos hasta desgarrar los trozos de carne. Es la técnica conocida como ‘puncture and pull’ (‘pinchar y tirar’).
Esta forma de alimentarse dejó en sus dientes pequeñas marcas de desgaste, estrías microscópicas dispuestas en dos formas: unas paralelas y otras oblicuas al filo del diente. Todos los dinosaurios de este tipo tenían piezas dentales aserradas (similares a un cuchillo de carne) pero en unos los piquitos de la sierra (denominados dentículos) eran redondeados (en la mayoría de dromeosaurios y tiranosauridos), en otros en forma de punta (familia velociraptorinos) y en algunos, ganchudos (familia troodóntidos).
Angélica Torices ha estudiado piezas procedentes de yacimientos españoles y canadienses y las marcas de desgaste son iguales en todas (muescas paralelas producidas al introducir el diente; oblicuas, dejadas por el movimiento de arranque), lo que demuestra que mordían de la misma manera. Entonces, ¿por qué esas diferencias en la forma de los dentículos? ¿Por qué una era más frecuente que las otras?
Para responder estas preguntas, Torices, junto a su colega de la Universidad de Alberta (Canadá) Ryan Wilkinson, recurrió a una herramienta propia de la ingeniería y la física matemática: el análisis de elementos finitos. Crearon por ordenador modelos tridimensionales de cada tipo de diente y simularon, mediante un programa informático, lo que ocurría al aplicarles fuerzas desde distintos ángulos.
En el ángulo óptimo para el desgarre (unos 30-40º), todos los tipos de dentículos soportaban bien la tensión (mordían bien). Pero cuando la fuerza era aplicada desde direcciones distintas, las formas ganchudas no aguantaban y las apuntadas resistían más, pero también acababan rompiéndose.
Si sólo podían morder en un ángulo determinado, las presas de algunos grupos de dinosaurios se limitaban: tendrían que ser animales muertos (carroña), más blandos o que apenas se movieran. Esto apunta, según la paleontóloga, a la partición de nichos ecológicos para no competir por los mismos recursos alimenticios.
‘Encontramos que, en general, los dinosaurios terópodos muerden de la misma manera, por el sistema de pinchazo y tirón -explica la investigadora- pero probablemente los de la familia de los troodóntidos (maniraptores con el cerebro de mayor tamaño en relación con su cuerpo) preferían presas distintas a los dromeosaurios (los ‘reptiles corredores’, los más rápidos)’.
‘Los dromeosaurios -concreta- estarían más capacitados para cazar presas en movimiento y procesar dietas más duras, incluyendo algo de hueso, mientras que los troodontidos podrían estar limitados a presas más pequeñas, inmóviles o blandas, que requirieran una fuerza de mordida menor’.
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