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Facultad de Ciencias, Estudios Agroalimentarios e Informática

EXPOSICIÓN COMPUTACIÓN GRAN RESERVA.
DE CEPAS ANCESTRALES, RACIMOS DE FUTURO

Una muestra de la evolución del cálculo

La venturosa creación de la Universidad de La Rioja supuso el alejamiento personal de químicos y matemáticos, las dos patas científicas del germinal Colegio Universitario. Años después, cuando bastantes se han ido y otros muchos han llegado, los dos colectivos, ahora tan distintos, volverán a juntarse en el bar de la flamante Facultad de Ciencia y Tecnología. No estarán solos como en los viejos tiempos, sino formando quadrivium con dos conquistas de la nueva universidad: los informáticos junto a los matemáticos y el tándem agrícola-enológico en el bando de los con bata.

A finales de los años setenta del pasado siglo, una bodega riojana renovó el ordenador que usaba en la gestión empresarial. Era una máquina grande con varios componentes, que hacía bastante ruido y necesitaba una habitación para ella sola, debidamente refrigerada para contrarrestar el calor que el sistema disipaba. Usaba fichas perforadas y guardaba la información en cintas magnéticas enrolladas en discos que recordaban, en tamaño menor, los soportes de las de las viejas películas de cine. No menciono las tres iniciales de la marca del computador para no regalar una publicidad que no merece.

La bodega obsequió su ordenador de segunda mano al Colegio Universitario, que entonces solo se decía de Logroño, en siglas CULO. No sabíamos muy bien donde ubicarlo ni cómo lo usaríamos, estaba diseñado más para tareas contables que para cálculo científico, pero ¡íbamos a tener una enorme computadora! Agradecimos el obsequio a la bodega familiar. Aceptamos que el transporte a Logroño corría de nuestra cuenta. Pero la marca de las tres letras exigía que siguiéramos pagando la misma cuota anual de mantenimiento; imposible, ni una rebaja, la bendita máquina fue al desguace.

Enseguida se extinguieron los dinosaurios informáticos y la especie personal sapiens pobló la universidad. El tiempo limó las aristas rebeldes del CULO, que evolucionó a CUR y se sumó a una exultante nueva universidad. Desde aquel CULO pionero, la informática ha evolucionado a un ritmo vertiginoso, tenemos una legión de ordenadores manejables y silenciosos, cada uno de ellos con muchísima más capacidad que aquel torpe y ruidoso gigante de segunda mano. Ahora el ruido y el calor combatido con refrigeración hay que buscarlo en un centro de proceso de datos de imponente capacidad comparada. Un cambio y recambio similar ha sucedido con otros aspectos tecnológicos, en los laboratorios y talleres, en las comunicaciones, artilugios asistidos siempre por un ordenador intermediario.

Llevamos más de veinte años haciendo rodar la UR. Posiblemente las 500 tesis doctorales recién conseguidas en la UR se han escrito en un ordenador, pero en aquel tiempo, cuando el CULO soñó poseer al viejo monstruo, se escribían con teclados mecánicos. Llegó la electricidad, que suavizó el golpe de tecla, apareció la tecla correctora, usamos la bola y la mariposa de letras, admiramos la pantallita que recogía una línea de texto que luego se escribía de corridillo. Las máquinas de escribir con disquete duraron lo que tardó en llegar el ordenador personal, que a su vez fue cambiando a golpe de calendario y talonario. Las máquinas de todo tipo se iban arrinconando en perfecto estado de uso al ser desplazadas por otras portadoras de nuevas utilidades aceptadas con entusiasmo por los usuarios, una sangría económica pagada a crédito por el país. El progreso tecnológico deslumbra a la vez que el crédito aprisiona con sordina, es el signo de los tiempos.

La Facultad de Ciencia y Tecnología estrena su Fase IV con una exposición de materiales que ilustran el progreso de las artes del cálculo, desde el contable hasta el calculista, llegando a los computadores con capacidad programadora multiusos, imitación electrónica del cerebro humano. Las máquinas de calcular pretendían, decía Leibniz, liberar al hombre de la esclavitud de los cálculos rutinarios. La matemática se tejía con conceptos especulativos y cálculos numéricos, conceptos que indican los cálculos que deben hacerse y el momento oportuno para ello. Dispuesto el algoritmo se diseña la máquina que lo lleve a cabo minimizando el esfuerzo del calculista y ampliando la capacidad de calcular a personas que no necesitan estar en posesión de los conceptos que respaldan el procedimiento.

Mucho debe el progreso en este campo a los británicos de mediados del siglo XIX, expertos en fabricar buen paño. Las rutinas mecánicas de los telares llevaron a Babbage primero a concebir la máquina de diferencias para pocas cuentas y años después la máquina analítica para todos los cálculos, en la que se podían programar las operaciones, tarea en la que Ada Lovelace puso el genio conceptual. Hacia el mismo tiempo, el concepto brilló cuando Boole expresó en álgebra simbólica las leyes del pensamiento lógico, que unidas a la electricidad y los conmutadores permitieron diseñar y usar máquinas sorprendentes. Los modernos ordenadores superan al hombre en cálculo numérico, lo emulan en cálculo simbólico y lo retan en inteligencia.

El camino desde el ábaco ancestral merece ser conocido y visualizado en las reliquias que recogen y guardan con buen criterio entidades o personas individuales meritorias. Las diferentes herramientas dan testimonio del pensamiento que las concibe y de los cálculos que llegan a realizar, muestran cómo se transita desde el concepto al cálculo gracias a la tecnología disponible en cada momento.

Luis Español González
Departamento de Matemáticas y Computación
Universidad de La Rioja
Mayo de 2016

Facultad de Ciencia y Tecnología
decanato.fct@unirioja.es

Última modificación: 25-05-2016 09:03
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