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¿Por qué nos resulta tan difícil comunicar?

En agosto de 1996 se reunieron en San Lorenzo de El Escorial con motivo de un curso de verano de la Universidad Complutense algunos de los más eminentes científicos españoles del momento. Allí se elaboró el conocido “Manifiesto de El Escorial sobre la ciencia española” y en este documento se puede leer: “insertar efectivamente la ciencia en nuestro mundo cultural es una necesidad histórica que debe considerarse como el gran reto español del momento”.

El año siguiente, 1997, un número importante de responsables de museos y centros de divulgación científica firmaron la “Declaración de La Coruña” en la que, además de urgir a los poderes públicos a comprometerse económicamente con la divulgación y la educación científica, se dirigían a los científicos con estas frases: “A los científicos y profesores para que asuman la obligación y necesidad de compartir el saber científico y se comprometan en la tarea de poner sus conocimientos al alcance del gran público utilizando las tribunas que les ofrecen los centros de divulgación y los medios de comunicación”.

Han pasado bastantes años desde estas declaraciones y manifiestos y buena parte de los científicos españoles todavía no tiene claro la “obligación” o incluso “necesidad” de dedicar una parte de su tiempo a labores de comunicación y difusión de la ciencia para conseguir que la ciencia sea una parte importante de la cultura popular.

La inserción de la ciencia en el mundo cultural se tiene que realizar mediante una acertada divulgación y una eficaz comunicación de esta ciencia. De una manera breve se pueden apuntar algunas de las razones para que los científicos empleen parte de su precioso tiempo en estas actividades:

Una sociedad moderna tiene que estar perfectamente informada sobre la ciencia. Según Amadou Mahtar M’Bow, ex director general de la UNESCO, “la divulgación científica se ha convertido en un instrumento de la democracia moderna, capaz de ayudar en sus opciones a los ciudadanos y a los responsables en sus decisiones”. En la misma dirección apuntaba un conocido científico como Stephen H. Hawking cuando en la entrega del Premio Príncipe de Asturias comentó: “En una sociedad democrática, los ciudadanos necesitan tener unos conocimientos básicos de las cuestiones científicas, de modo que puedan tomar decisiones informadas y no depender únicamente de los expertos”.

La necesidad de la ciencia para la sociedad actual podría discutirse, pero resulta incuestionable para el futuro. Como dice el conocido periodista científico Javier Sampedro, “vivir sin entender la ciencia es complicado en nuestros días –cambio climático, fuentes de energía, células madre, selección genética de los hijos, inteligencia artificial-, pero será casi imposible cuando los niños que ahora están en la escuela se hagan adultos”.

El desarrollo científico es una actividad esencial de la humanidad, no solo de los científicos. El profesional de la ciencia debe estar perfectamente imbricado en la sociedad donde vive. Hay que desterrar las viejas imágenes del sabio en su “torre de marfil” o los “guardianes del templo” que conocían y trasmitían los arcanos del conocimiento. Como dice Rafael Bachiller, astrónomo y director del Observatorio Astronómico Nacional, “la ciencia es demasiado importante para dejarla sólo en manos de los científicos”.

La ciencia, y en especial la ciencia básica, es financiada en su mayor parte por las economías públicas, es pues de justicia que este conocimiento pueda llegar a la ciudadanía.

El científico que crea nuevos conocimientos está habituado a la comunicación de sus descubrimientos en las publicaciones especializadas y en los foros de expertos. Hay que extender esta actividad de comunicación a públicos más amplios y probablemente con un lenguaje diferente por las motivaciones apuntadas en los apartados anteriores.

Sin embargo, la labor de la difusión y la comunicación de la ciencia no están exentas de dificultades y al profesional de la ciencia que decide dedicarse a esta actividad le asaltan multitud de dudas. La divulgación científica es una actividad penalizada. En los currículos de los científicos españoles se han considerado un demérito las actividades de difusión y divulgación. Muchos de los propios científicos menosprecian esta labor.

¿Hasta qué punto la ciencia es interesante para el gran público? O dicho de otra forma, ¿cómo hacer interesante esta ciencia a las personas sin una formación científica? Aparece una gran duda que tiene mucho que ver con el lenguaje de la ciencia. En este contexto y después de observar algunas publicaciones que se dicen de divulgación, surge la pregunta sobre si es necesario buscar enfoques sensacionalistas para que las noticias científicas lleguen a determinados públicos.

¿Es necesario comunicar la ciencia al público en general o a colectivos medianamente interesados y con conocimientos básicos de ciencia? ¿La labor de difusión de la ciencia deben hacerla los científicos o los comunicadores (periodistas) que se dedican a ello? ¿Es posible salvar la brecha entre la cultura humanística y la cultura científica? ¿Cuándo la ciencia en un sentido amplio será considerada como parte de la cultura y ostentará las mismas prerrogativas que la literatura, el arte o el deporte?

Si el científico se ha dejado convencer por los argumentos apuntados más arriba y supera o soslaya las dudas anteriores, ¿qué debe hacer?

Si la comunicación es directa en los medios o en presentaciones ante público en general, hay que seleccionar cuidadosamente los temas para intentar interesar. Además es imprescindible un lenguaje accesible al auditorio. El lenguaje específico de la ciencia es una de las barreras más importantes en el momento de la comunicación y la divulgación. Se pueden dar muchos ejemplos concretos, algunos en el ámbito del que escribe estas líneas, podrían ser la Universidad Popular de Logroño o la Universidad de la Experiencia de la Universidad de La Rioja.

El lenguaje científico para no iniciados

Respecto al lenguaje científico, el profesional de la ciencia debería plantearse ayudar a superar ese difícil escollo para los no iniciados. Se deberían editar folletos con vocabularios de las especialidades científicas en los medios de comunicación o traducir a las lenguas españolas los términos científicos que se emplean casi siempre en inglés. En este punto es importante que la Real Academia de la Lengua Española acoja a algún científico, aunque sería interesante que hubiera un número más importante.

Otra posibilidad es acudir a los profesionales de la comunicación e interaccionar con los periodistas científicos y con los medios especializados en divulgación y difusión. La relación entre ciencia-investigación y medios de comunicación siempre ha sido problemática, pero en los últimos tiempos está clara la necesidad de la colaboración para optimizar las acciones de difusión. Actualmente en todos los centros de investigación y en las Universidades existen departamentos o servicios de comunicación con profesionales que pueden ayudar a establecer este puente entre periodismo y ciencia.

Acudir a los centros específicos de divulgación científica como los museos de la ciencia, planetarios y organismos culturales que organizan eventos divulgativos es también interesante. Desde la fundación en 1969 del Exploratorium en San Francisco el panorama de los museos de ciencia ha cambiado profundamente. En España se han fundado en los últimos 20 años más de una veintena de centros interactivos dedicados a la divulgación de la ciencia. A nivel internacional existe una asociación de museos de ciencia y tecnología donde se puede encontrar mucha información sobre este tipo de centros (The Association of Science-Technology Centers, ASTC).

También hay formas indirectas de promover la comunicación y la divulgación de la ciencia. Es necesario promover cursos, másteres y postgrados que enseñen estas actividades, tanto en las facultades científicas como en las de periodismo. Es lamentable la escasa formación en ciencias de los periodistas y la nula enseñanza de habilidades de comunicación en los currículos de los graduados y licenciados en ciencias. Así por ejemplo, la citada AEPC ha reclamado reiteradamente la inclusión de la asignatura Periodismo científico en todos los planes de estudio de las Facultades de Ciencias de la Información. Solamente alguna de las facultades actuales la tienen.

PARA SABER MÁS:

Una vez seleccionado el objeto de la comunicación, la parte de los descubrimientos o estudios más adecuada para esta difusión, hay que explicarlo con el lenguaje apropiado para el medio y además contextualizar el descubrimiento. Como dice Eudald Carbonell, codirector del yacimiento de Atapuerca, “no sólo hay que contar que se ha descubierto algo, sino también explicar por qué es importante, a dónde te lleva ese descubrimiento”.

Como parte de las actividades de difusión de la ciencia a la sociedad, el científico debería promover y colaborar activamente en las acciones planteadas para mostrar las universidades y centros de investigación al gran público, como las “jornadas de puertas abiertas” y cualquier tipo de eventos similares.