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Cómo preparar una charla/exposición

Por Dolores Fernández

En este apartado abordaremos cómo enfrentarse a dos tipos de actividades dirigidas a público general: Las charlas, conferencias o mesas redondas, en las que la relación entre el investigador y el público es directa, sin mediaciones y con un impacto inmediato. Y las exposiciones, en las que el investigador tiene un papel de autor o seleccionador de contenidos (comisario) o de asesor científico de la producción. En este caso, la relación con el público es indirecta, mediada, a través de una serie de elementos de muy variadas características, que quedan en un espacio físico concreto y que provoca un impacto diferido en el tiempo.

Errores y aciertos

  • Una conferencia destinada al público general NO es una clase para alumnos, sean éstos del nivel que sean.

  • NO es una contribución a un congreso científico, ni siquiera una contribución de tipo “comunicación”.

  • Una exposición NO se forma con un conjunto de pósters recuperados de un congreso científico, editados en un tamaño mayor y colgados, tal cual, en un pasillo o sala.

  • Una exposición NO es la reproducción de un artículo científico ni de un reportaje de divulgación, ni siquiera enriquecido con imágenes. Aquello que se puede leer o ver en un libro, una revista, una película, una web o una aplicación multimedia no se convierte, sin más, en una exposición.

  • Una conferencia/charla o una exposición para público general podrá tomar elementos de las actividades y experiencias anteriormente descritas, pero necesitará un replanteamiento general desde el comienzo, un desarrollo original y propio, con una metodología adaptada a ambas actividades (o a cada una de ellas) y una serie de habilidades que nos lleven a un resultado de éxito.

  • Para el público, visitar una exposición ES una experiencia física, cognitiva y emocional diferente a la de leer, ver imágenes o películas, o conectarse a Internet

Empezar por el principio. El título

Lo primero con lo que se topa el público antes de acceder a una charla o una exposición es su título. El título es extraordinariamente importante, ya que es el primer vínculo entre el investigador y su público. Es determinante porque es la tarjeta de presentación de la actividad y lo que anima o desanima al público a acudir a ella.
  • En conferencias/charlas. En el caso de las conferencias con un gran nombre detrás, la fuerza del título queda supeditada a la personalidad del investigador y al conocimiento que de él tiene el público. Los investigadores muy conocidos se pueden permitir el lujo de decidir títulos aburridos, sosos o aberrantes para sus conferencias. Da igual, siempre estarán llenas. Y sin embargo, hay muchos investigadores que no dedican el tiempo y la energía que se precisa para reflexionar sobre su título. Se emplean horas en preparar los contenidos, la presentación informática, los vídeos, los ejemplos, la bibliografía y, pocos minutos (quizá menos del uno por ciento del total) en contar con un buen título.

  • En exposiciones. La autoría de las exposiciones suele ser aún menos reconocida que la de las conferencias o charlas. Por tanto, el título y en este caso también la imagen que lo acompaña o lo ilustra (en una suerte de fusión contenido-continente) es, de nuevo, el primer vínculo entre el investigador y el público.
¿Cómo debe ser un buen título?
  • Claro e inteligible al primer intento. Un título no puede confundir al público. No le puede cansar. La estructura de la frase debe ser sencilla y limpia, sin oraciones coordinadas, subordinadas ni yuxtapuestas. Cuando esto sea imprescindible, es mejor recurrir al punto o a los dos puntos e ir a un subtítulo. La estructura clásica de nuestro castellano (sujeto, verbo y predicado) es una garantía de éxito.

  • Conciso. Cualquier título debería caber en una línea, máximo en dos. Debe mostrar la idea matriz (una sola) de la conferencia o exposición.: una idea-una frase.

    Cartel de la exposición "Musgos", de la Casa de las Ciencias (Logroño)

  • Significativo. Un buen título debe contener las palabras más significativas. Con ellas, el público será capaz de dejar el título en un único concepto, que será el que memorizará y se transmitirá de una persona a otra. Así, la conferencia o exposición de que se trate será “la de las células madre, la presión, la gripe, los viajes espaciales o la aviación”. Por muy elaborado que sea nuestro título, el público lo sintetizará en una o dos palabras como máximo, normalmente un sustantivo y quizá un adjetivo. Si lo va a hacer el público de todas formas ¿por qué no darle el trabajo hecho? y colocar siempre estas palabras “troncales” en nuestro título.
  • ¿Sólo valen los títulos informativos? No. Esto no significa que el título deba ser simple, rutinario o aburrido. Al contrario, son muy bien recibidos los títulos que podríamos llamar “más literarios”, poéticos o evocadores; los juegos de palabras y cualquier otro tipo de frases que busque la complicidad intelectual entre el investigador y el público.

La exposición "Darwin & De la Espada: dos vidas paralelas", producida por el Museo de la Ciencia y el Agua de Murcia, en la Casa de las Ciencias de Logroño.

EJEMPLOS Veamos algunos ejemplos de títulos de conferencias y exposiciones programados por museos españoles de divulgación científica. Podemos reconocer en estos títulos algunas de las características descritas.

El desarrollo de contenidos

  • El arte de resumir. Comunicar es obligatoriamente resumir. Y resumir es renunciar. Es una operación intelectual de gran complejidad y profundo calado. Consiste en dejar sin adherencias lo esencial de lo que se quiere comunicar No es podar de aquí y allá, sino mostrar la raíz. Es despojar a las ideas o a los conceptos fundamentales de lo accesorio. Y reproducir las pasarelas intelectuales que van de cada concepto fundamental al siguiente. Al preparar una charla o una exposición hay que formular bien claramente cuales son los conceptos fundamentales que se quieren transmitir. Y no se puede ser muy ambicioso. Cuanto menor sea el número de conceptos, mayor será la impresión y la fijación de los mismos en el público. Hay que elegir si queremos comunicar muchas cosas y obtener una fijación escasa o comunicar pocas y que queden muy bien fijadas.

  • El problema del vocabulario. La elección del vocabulario es siempre un problema del emisor, no del receptor. El emisor debe ser capaz de utilizar el vocabulario que el receptor es capaz de comprender. No obstante, si hay una actividad en la que es imprescindible expresarse con precisión, y que ha desarrollado un amplísimo vocabulario propio, extraño a los no iniciados, es precisamente la ciencia, o mejor, todas y cada una de las ciencias. Si es inevitable utilizar un vocabulario específico hay que explicar los vocablos que no sean familiares para el público.

  • La utilización de metáforas. Algunos conceptos sólo se pueden transmitir a través de metáforas. Las metáforas son especialmente útiles para aquellos conceptos que se formalizan en lenguaje matemático y que es necesario “traducir” al lenguaje verbal. Y para comunicar conceptos intelectuales, que contradicen el conocimiento del mundo que se percibe por los sentidos o que no se perciben a través de ellos.

EJEMPLO

Como ejemplo, veamos cómo describe la estructura de ADN un libro de texto utilizando metáforas.

“La molécula de ADN está formada por dos cadenas de nucleótidos, enrolladas entre sí, que forman una estructura que se conoce como doble hélice.(…) La doble hélice se asemeja a una escalera de cuerda retorcida. Los lados de la escalera recuerdan a las moléculas de monosacárido y el ácido fosfórico y los peldaños representan las bases de ambas cadenas, que quedan emparejadas”.

Delibes de Castro, M; Torres Lobejón, M.D.; Alonso Álvarez, A.; Fernández Esteban, M..A.; Fernández Moro, Mª P.; Mingo Zapatero, B.; Rodríguez Bernabé, R. (2009) “Ciencias para el mundo contemporáneo. Ed. Vicens Vives. Barcelona

Pautas específicas para conferencias

La estructura y el desarrollo narrativo

  • La estructura lineal. Consiste en seguir la estructura del teatro clásico. Tres actos: introducción, nudo y desenlace. Preparar una charla pensando en tres actos bien marcados puede ayudar mucho a quienes se inicien en tareas divulgadoras.

  • La estructura en árbol. Es muy habitual en clase. El profesor comienza explicando el punto 1, que luego tiene un desglose en el punto 1.1, el punto 1.2., el punto 1.3, etc. Luego se pasa al punto 2, que se divide en 2.1., 2.2., 2.3, 2.4, y así sucesivamente. Hacer esto en una conferencia es obligar mucho al público. Si alguien considera que debe hacerlo así, será imprescindible que con frecuencia vuelva al guión general para que los asistentes puedan recordar de dónde viene y a dónde va.

  • La recapitulación y el coloquio. Concluir y cerrar con una recapitulación general en la que se vuelva a la idea-fuerza de la conferencia es interesante. El coloquio servirá además, no sólo para aclarar dudas, sino sobre todo para introducir cuestiones colaterales o complementarias que interesen al público. Ser generoso en el coloquio, por ejemplo admitiendo todo tipo de preguntas aunque no se ciñan estrictamente al tema, es muy buena opción para conseguir “que cada asistente obtenga algo que para él sea valioso”. Para ser generoso en el coloquio, es necesario no haber agotado el tiempo ni al público previamente.
Apoyos extra
  • Presentaciones informáticas. Hoy la tecnología nos permite utilizar recursos extraordinarios: esquemas, fotografías, vídeos, sonidos. Todos son muy útiles, y nos ayudarán a mantener la atención del público y a fijar los conceptos.

  • La experimentación física. Complementar las explicaciones verbales con pequeños experimentos o demostraciones; enseñar al público aparatos, muestras, ejemplares… ayuda mucho en la transmisión de contenidos.

  • La multidisciplinariedad. Abordar el mismo tema desde múltiples disciplinas, distintas perspectivas y enfoques variados, contribuye a sostener la atención del público.
Últimos consejos
  • El tiempo. Podemos pensar en una intervención (antes del coloquio) con una duración entre 50 y 70 minutos. Cualquier duración mayor pide un intermedio o descanso.

  • El espacio. Conocer el lugar nos ayudará a hacernos una representación real de lo que va a ocurrir. Cuando sea posible, puede ser bueno conocer de antemano la sala y sus posibilidades.

  • Buscar un “sparring”. Si verdaderamente queremos tener éxito, y somos nuevos en esto, lo mejor es probar con un “sparring”, que haga de público potencial, nos permita ensayar la conferencia y nos dé francamente su opinión. Lo ideal es que sea alguien profesionalmente alejado del tema del que vamos a hablar. No puede ser un compañero del mismo departamento ni de la misma titulación.

Pautas específicas para exposiciones

Fusión contenidos/itinerario
  • Espacio y tiempo. Lo más característico de una exposición es que es un medio de comunicación con un público que deambula por un espacio determinado y durante un tiempo indeterminado pero finito, que cada visitante decide libremente.

  • Conjunto de experiencias. Para el público, visitar una exposición es una experiencia física (que puede exigir pasear, detenerse, sentarse, ver, leer, escuchar, tocar, oler, manipular, utilizar habilidades o destrezas…), cognitiva (que implica pensar, razonar y aprender) y emocional (que causa impresión y cuyos efectos se prolongan en el recuerdo).

  • Todo en uno. Se difuminan y borran los límites entre forma/ fondo; continente/contenido; conceptos/itinerario. Se produce una fusión entre el qué y el cómo, que es necesario conocer y aprovechar.


  • Exposición producida por la Casa de las Ciencias de Logroño, adaptada al espacio expositivo del Museo de la Ciencia y el Agua de Murcia

Cuánto y cómo

  • Menos es más. Una exposición es una muestra. Está limitada por el espacio y normalmente por el presupuesto. En una muestra no cabe todo lo que se sabe, ni siquiera todo lo que sería interesante transmitir. Hay que resumir y decidir lo que se quiere comunicar.

  • Textos. Los textos de una exposición deben ser mucho más cortos y significativos que los de un artículo o una conferencia. El público lee de pie y, por tanto, no puede leer más de dos párrafos sin sentir la necesidad de moverse. Algunos “teóricos” cifran en 60 palabras el número máximo para cada texto de una exposición.

  • Grandes reproducciones. Cuanto mayor sea el espacio físico en el que se desarrolle la exposición, más grandes tendrán que ser los elementos gráficos (paneles, banderolas, fotografías, dibujos). Por tanto, para salas muy grandes no hay que escribir mucho más ni introducir muchos más contenidos que para una sala pequeña.

  • Más que palabras, objetos. Una exposición no es una revista ampliada. Una exposición no tiene dos dimensiones, sino tres. Hay que hacer un esfuerzo por pensar en elementos tridimensionales. Mostrar objetos, ejemplares, aparatos, módulos interactivos... es la verdadera clave de una exposición. Ante la fuerza de un objeto, y no digamos nada de un ser vivo, una preparación microscópica o un experimento, los textos palidecen.

  • Con todos los sentidos. Fruto del concepto de exposición de arte, se suele pensar siempre en una actividad para ver. Textos, imágenes, proyecciones y aplicaciones multimedia son los nutrientes tradicionales de las exposiciones. Pero, cada vez más, especialmente en las exposiciones de ciencia y tecnología , nos encontramos con otros recursos sensoriales. Podemos pensar en módulos interactivos que permiten la manipulación del público o aquellos que ponen en juego otros sentidos, como los recursos sonoros, olfativos o táctiles.



    Exposición "De narices" en la Casa de las Ciencias de Logroño

  • Marcar el itinerario. Una exposición exige que el público deambule por un espacio físico. Y en este paseo irá viviendo la experiencia con la que se transmitirá la información que el investigador ha dejado para el público. Por ello, hay que mostrar al visitante por dónde debe comenzar, dónde se debe detener más o cómo ha de terminar. Esto se puede marcar de muchas maneras, pero en general se hace mediante la distribución de los elementos en la sala. Al diseñar los contenidos de una exposición, hay que plantearlos en forma de sencillo plano de planta sobre la sala. Es necesario saber qué se va a colocar y dónde colocarlo; situarse en el papel del público y convertirse en un guía invisible de su visita.

EJEMPLO

No hace falta dibujar un pleno perfectamente realizado, tal y como lo haría una empresa dedicada al diseño de exposiciones. Pero sí es necesario un pequeño planteamiento general. Ver lo que cabe, lo que no y cómo ordenarlo para que el itinerario esté claro para el visitante. Mostramos a continuación el plano de la exposición “Leonardo Torres Quevedo. La conquista del aire”, para la Casa de las Ciencias de Logroño. Ha sido realizado por un investigador, Francisco A. González, comisario de la exposición y profesor de Historia de la Matemática en la Universidad Complutense. Es un dibujo sencillo, a mano alzada, pero es suficiente para poder ver cuál será el desarrollo físico de la exposición.

Elementos “estrella”.

Es sabido que, al entrar en una exposición, el público se detiene más en los primeros metros; después va cada vez más deprisa, se cansa y necesita terminar. Por tanto, no se pueden colocar todos los elementos “potentes” al principio, porque se nos atascarán los visitantes en los primeros metros. Tampoco se pueden poner al final, porque habrá mucho público al que, por cansancio, le pasarán desapercibidos. Conviene repartir los elementos de interés por todo el recorrido y permitir que haya zonas para el descanso y para “reanimar” al visitante (por ejemplo, proyecciones que permitan estar sentado un tiempo, colocadas a la mitad de la visita). Será necesario, por tanto, que al diseñar los contenidos de la exposición, pongamos especial cuidado en repartir los elementos más atractivos para que apoyen o subrayen los contenidos principales. Conseguiremos un doble objetivo. Por un lado, comunicar especialmente aquello que previamente se ha decidido; y por otro, provocar una visita equilibrada, coherente y valiosa para el público.

PARA SABER MÁS
  • Terradas arquitectos y Wagensberg, J. (2006) “Cosmocaixa, el Museo Total por Conversación entre Arquitectos y Museólogos”, Sacyr-Sau, Barcelona
  • González González, B. (2005) “Cómo comunicar ciencia mediante la analogía” en “Sin ciencia no hay cultura” (R. Núñez, director). Museos Científicos Coruñeses, La Coruña, pp. 365-370
  • www.csciencia2007.csic.es
  • http://unanuevacultura.es/ciencia